Los pueblos indígenas del Perú enfrentan el gran desafío de construir e implementar un modelo de producción, que a partir de la recuperación y valoración de la “tradición”, abra paralelamente a la innovación. Un modelo en el que soberanía alimentaria y desarrollo económico – productivo se vuelvan pilares del buen vivir y de la soberanía de los pueblos. Esto implica cambiar y reestructurar las reglas y los fundamentos de una economía que ha generado y alimentado históricamente relaciones asimétricas, discriminatorias y excluyentes hacia los pueblos indígenas, provocando un círculo vicioso de empobrecimiento constante.
Hoy en día, el desafío de cambiar el sistema económico parece estar en la agenda mundial, debido a las secuelas insostenibles de la crisis ambiental, social y económica, reflejadas en los efectos cada vez más devastadores del cambio climático, a la creciente desigualdad en el mundo y a los procesos crecientes de migración. Sin embargo, más allá de teorías, discursos, lineamientos y procedimientos se necesitan acciones concretas y focalizadas que permitan afianzar un modelo de producción y económico que genere beneficios concretos a las poblaciones indígenas y los convierta en actores protagónicos del cuidado y aprovechamiento sostenible de su biodiversidad.
En esta línea, la FAO y la Sociedad Civil vinculada a los movimientos de agricultura familiar y de organizaciones indígenas en el mundo, han promovido la década de la agricultura familiar, con particular atención a la agroecología y a las llamadas cadenas cortas de comercialización.
Estas últimas se caracterizan en general por la baja o nula intermediación, la cercanía geográfica y la confianza y fortalecimiento de capital social. Además, impulsan a la agricultura familiar, la inclusión de los productores y emprendedores de pequeña escala en el mercado y una relación directa entre consumidores y productores, incentivando la implementación de políticas públicas al respecto. Los Mercados Territoriales son parte de estas cadenas cortas y se caracterizan por un fuerte vínculo entre la canasta de bienes y servicios locales y los activos bioculturales propios del territorio, donde existe una fuerte interconexión entre agricultura familiar, patrimonio agroalimentario, desarrollo territorial con identidad y biodiversidad.
En la Amazonía del siglo XXI con numerosas ciudades intermedias y comunidades estratégicas en crecimiento, con un proceso constante de migración de jóvenes indígenas hacia las zonas urbanas, los mercados territoriales representan una gran oportunidad para contribuir al buen vivir de los Pueblos Indígenas, estableciendo un corredor biocultural y económico entre las cuencas rurales y las nuevas zonas urbanas.
