A las crisis ambiental, económica y social que ya vivíamos a nivel global, ahora se ha sumado la grave crisis sanitaria. Más que nunca debemos sentirnos comprometidos y obligados a encararlas con soluciones tanto eficientes como solidarias e integrales. ¿En qué podríamos invertir los escasos recursos que tenemos para enfrentar esos cuatro aspectos de la crisis? Aquí una propuesta.
Crisis ambiental. El calentamiento global. La agricultura está dejando de cultivar alimentos sanos para seres humanos, pasando a dedicar millones de hectáreas a la industria alimentaria de la comida chatarra y a la industria de la crianza animal confinada. Cada día se destruyen bosques para incrementar la frontera agrícola de los commodities, y con ello, los hábitats naturales de animales silvestres se ven irrumpidos, creando condiciones para la zoonosis. Estas prácticas de producción irracionales propician y agudizan el cambio climático, expresado en temperaturas irregulares en cada estación del año; aquí en los Andes, los cultivos han subido 300 msnm, y con ello también suben las plagas. Una alternativa es promover una agricultura racional, que respete los ciclos de la naturaleza en lugar de agravar el cambio climático; en pocas palabras, promover la agroecología.
Crisis económica. Con la pandemia del COVID-19 todos los sectores económicos han sido afectados significativamente, y se prevé que en todos los países tendremos decrecimientos de 10% a 20%. Solo un sector ha tenido un ligero crecimiento, el de agricultura. Los datos indican que la demanda por frutas, verduras y súper alimentos ha crecido, y podría resultar lógico porque las personas perciben que la mejor forma de enfrentar la pandemia es con buena alimentación. Valorar lo realmente importante es una de las lecciones que sacamos de estas crisis. Invertir en la producción agroecológica se ha convertido en una necesidad y un deseo del mercado.
Crisis social.Perú tiene 1874 distritos; en 85 de estos habita el 50% de la población total y en 1789 habita el otro 50%. Las cifras de contagiados y fallecidos está concentrada en menos de 300 ciudades, de distritos principalmente urbanos. En 1600 distritos rurales no existen fallecidos y se debe a su forma de vida, esto es, viviendas más dispersas, rodeadas de tierras fértiles y de cobertura vegetal. Además, la alimentación en el campo es más saludable porque la mayoría come lo que produce, y la comida chatarra es escasa. En cuanto a las ciudades, la pobreza ha aumentado y el hambre también; para paliarla se han creado las Ollas contra el hambre. Así, más de 900 ollas comunes en Lima Metropolitana se organizan, pero requieren recursos para las cien mil personas beneficiadas diariamente. ¿Cómo ayudar a que cien mil peruanas y peruanos tengan un plato de comida diario?
Crisis sanitaria. La pandemia del COVID-19. La pandemia existe, y también es cierto que se ha agravado a consecuencia de la crisis alimentaria, con modelos de alimentación que debilitan en lugar de fortalecer. Hace ya muchas décadas atrás que se viene alertando de cómo vamos abandonando la cultura alimentaria madurada por varios miles de años. ¿Sabían que el 80% de los fallecidos por la COVID-19 arrastraba dolencias crónicas, entre ellos sobrepeso, obesidad, diabetes, la mayoría provocada por pésimos hábitos de consumo? Incluso, desde hace ya varios años la Organización Mundial de la Salud viene advirtiendo con estadísticas que la alimentación incorrecta y el sedentarismo están provocando enfermedades no transmisibles causantes del mayor índice de muertes a nivel mundial. Una alternativa viable, en la práctica desde hace más de 20 años, es producir alimentos ecológicos y promover su consumo como parte de hábitos de vida saludables.
(*) Artículo publicado en la Agenda Amazonía 2021. Mes de junio.