En el Perú, ante la confirmación en el mes de marzo del primer caso de COVID-19, los pueblos y organizaciones indígenas amazónicas se declararon en emergencia sanitaria y aislamiento voluntario. Paralelamente, solicitaron al gobierno la inmediata implementación de un plan de salud para evitar el contagio masivo en los territorios indígenas. Pese a las alertas colocadas por los líderes y lideresas, así como la situación de urgencia que se vivía en la Amazonía, recién el 21 de mayo, 70 días después de iniciada la pandemia, el Ministerio de Salud (MINSA) aprobó la RM 308-2020 Plan de Intervención para las Comunidades Indígenas y Centros Poblados Rurales de la Amazonía frente a la emergencia del COVID-19. Mientras el gobierno se perdía en retóricas sobre interculturalidad, trabas burocráticas y un desconocimiento de la Amazonía, no solo la ayuda estatal no llegaba, incluso sus medidas se convirtieron en vectores de contagio, contribuyendo a que el virus se esparza raudamente por todas las comunidades, sin una respuesta clara.
En estos meses, hemos sido testigos de la precariedad de la oferta de salud estatal en la Amazonía pero también de la capacidad de agencia de los hombres y mujeres indígenas y de la vitalidad de sus conocimientos para enfrentar al COVID-19. En los picos más altos y dramáticos del contagio, aprendieron a identificar y atender esta enfermedad y ante la escasez de medicamentos, haciendo uso de sus repertorios terapéuticos como la vaporación y de plantas medicinales como; el matico, el kion/jengibre, la mucura, el achiote, el ajo sacho y el eucalipto atendieron a las personas contagiadas.
Incluso las generaciones más jóvenes, quienes antes de la pandemia, muchas veces no prestaban atención a sus padres, madres, abuelos y abuelas cuando les hablaban sobre las medicinas indígenas aprendieron a reconocer las plantas, a usarlas, prepararlas y recomendarlas. En las ciudades amazónicas, así como en las comunidades, de forma individual y colectiva se transmitieron de manera presencial y virtual esta gama de saberes que fueron parte importante de los procesos de curación. Incluso cuando accedían a tratamiento biomédico este fue acompañado del consumo y uso de plantas medicinales y vaporaciones.
El ejemplo más emblemático de la importancia de las plantas medicinales y el diálogo de la biomedicina y las medicinas indígenas es el Comando Mático, grupo formado en el mes de mayo por jóvenes shipibos. Este grupo se formó para mandar matico a los shipibos de la comunidad intercultural de Cantagallo en Lima, quienes se habían contagiado y al vivir en la ciudad no tenían plantas medicinales a la mano. Han pasado más de 7 meses y bajo el lema del “pueblo ayuda al pueblo”, el Comando Matico ha atendido más de 600 pacientes afectados por COVID-19, ha compartido sus remedios naturales por internet y ha logrado gestar sin ayuda estatal un espacio importante para la implementación de un diálogo de saberes médicos en la ciudad.
Este texto está dedicado a Silverio Inuma Rodríguez, técnico enfermero intercultural shipibo formado por AIDESEP, que murió de COVID-19. Silverio además de enfermero era sobador y un convencido de la importancia de la articulación de los conocimientos indígenas con la biomedicina. En el puesto de salud de Santa Clara, donde él atendía, hace 8 años el uso de plantas medicinales, el trabajo con promotores de salud y especialistas indígenas hacían parte de su atención diaria.
(*) Artículo publicado en la Agenda Amazonía 2021. Mes de abril.